La casualidad no es una fruta. Las palabras tienen sus dobleces, sus sonidos, sus colores y su propia música. Nada es casual. Las comas difieren de los puntos. Escribir puede resultar un juego, cuando se mezcla todo: dobleces, sonidos, colores y música. Y presentas una imagen para ser compartida. Dependerás, entonces, de la curiosidad del lector. No hablamos de frutas, una vez tirado el hueso. Antaño, los embozados ocultaban sus rostros para no ser reconocidos. Hoy hablamos todos desde el embozo que tomamos prestados a nuestras propias palabras. Claros y oscuros. Claroscuros. Y acaso el divertimento supremo consista en averiguar la respiración tras los puntos seguidos.
martes, 22 de julio de 2014
El silencio necesario
La casualidad no es una fruta. Las palabras tienen sus dobleces, sus sonidos, sus colores y su propia música. Nada es casual. Las comas difieren de los puntos. Escribir puede resultar un juego, cuando se mezcla todo: dobleces, sonidos, colores y música. Y presentas una imagen para ser compartida. Dependerás, entonces, de la curiosidad del lector. No hablamos de frutas, una vez tirado el hueso. Antaño, los embozados ocultaban sus rostros para no ser reconocidos. Hoy hablamos todos desde el embozo que tomamos prestados a nuestras propias palabras. Claros y oscuros. Claroscuros. Y acaso el divertimento supremo consista en averiguar la respiración tras los puntos seguidos.
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