lunes, 28 de julio de 2014

Juego de Palabras


Las semanas se suceden, las unas tras el giro endiablado de las otras. Huye el sosiego y cuanto debe ser dicho desde la pausa, se precipita en el atropello de la prisa. Huye la vida, como agua desaguada entre los dedos. Siempre la misma imagen. Y el derredor sigue ausentándose. Día a día. Llevándose las sombras, en su giro interminable.



La soledad, música necesaria para entonar la letra. El recuerdo, difícil digestión cuando merodea la melancolía. La cuarta luna de Plutón. Cae el agua desde su altura, embravecida, y convierte en espuma cuanto destierra. ¡Y destierra tanto! El cauce se ahueca con el paso de los siglos, mientras el lagrimal se humedece y pervive el llanto. ¿Cuándo se aprende a llorar? Temprano, dijo. Es el primer lamento de todo lo vivo. La primera bocanada de vida se torna grito. Y como respuesta, piel con piel. Beso de luz prolongado. El calor de los cuerpos, bálsamo en el desconsuelo. O compañía en la soledad de la muerte. ¡Qué solos se quedan los muertos!, decía el poeta en su llanto de lágrimas hacia adentro. Y la música inacabada del río, llevando ayes cuesta abajo. Y las ramas secas de vida, testimoniando el tiempo desde las orillas, ahora verdes. Barajé las dudas y eché las cartas. Trampeando mi propia cordura. Y reí hasta desencajar las mandíbulas y ahuyentar la proximidad de los buitres, que sobrevolaban la carroña de mis tribulaciones. La cabeza como un reloj de cuco. Me hablan los juncos, para decirme que todo tiempo de lectura o de amor, es tiempo robado. Y el agua murmulla desde el nacimiento que al leer se sueña o al soñar se acaba leyendo los dobleces de nuestras propias verdades. Y las trampas que el recuerdo trae, con imágenes de lo que ya no somos, los dedos entrelazados para no perder la utopía de una realidad inventada, nacida de los fantasmas que ahuyentamos del pasado, cuando quisimos ser cuanto ahora no somos, vía láctea que muere en el mar, en el mismo ocaso donde el sol de poniente convierte en sangre el agua donde dormita su tiempo ido, ayer de un mañana que resta por calmar, ahora, nuestro llanto de recién nacidos. Entre amigos, silabeándonos en el hechizo. Recuperados en la celebración de todas las lunas llenas.

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