domingo, 26 de octubre de 2014

Hacia la oscuridad



 
Con el sol en el borde del décimo signo del zodíaco y regido por algún planeta cuyo nombre ignoro, acunado sin duda en luces de luna llena y con la voz de Ella, nací, supongo que sollozando, al encuentro de temibles cuadraturas y ansiadas conjunciones que aún ignoraba. Hasta que las palabras me prestaron sus veladuras y pude huir de cuantas miradas convergían en la misma interrogante.


 Comienza otoño con palabras asomadas en el alféizar de lo improbable, hueca las manos donde las cobijo, donde las avento en las postrimerías de la luz. Palabras imaginadas, soñadas casi. Intuidas las más, para romper el terrible silencio de las sirenas, Kafka adelante, en su callejón de oro. Y las contemplo desde el suelo, recostado en mi propia sombra, alargada en los dobleces de mi almohada, donde oculto mensajes cifrados de cuando me alimentaba con triángulos rectángulos y mis cuadraturas se tornaban círculos. Llega la luz de otoño y me abraza en la mitad de un suspiro interminable, en los cruces de un ahogo que aspiro desde el porvenir para liberar la saudade que todo lo llena, perdidos los matices azules de un cielo en retirada. Y entonces la noche vomita mis propios vocablos aireados, que regresan a mi, y me punzan, y se retuercen en vaivenes interminables que se inflaman en llamaradas lentas, y se desangran en el color perdido de la hojarasca que viene. Y se enredan los verbos y me aniquilan los adentros en toses secas. Y aletean los unos sobre el papel, convertido en pantalla blanca que va oscureciéndose como si un millar de insectos quedaran aprehendidos del mismo alfiler. Y toman prestados relieves las otras, hasta punzarme el interior de mis ojos, detenidos en sus espaldas desnudas, en sus hombros de plata que se licuan cuando resbalan hacia el suelo, asido como si de una pluma del Tiempo fugitivo se tratase, cometa errante que todo lo lleva hacia la misma bocanada de espacio ido. Es entonces cuando todas las miradas se giran y coinciden en la misma interrogante, de la que huyo oculto en veladuras que semejan fantasías. Es demasiado pronto para quitarle color a las palabras.

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