sábado, 11 de octubre de 2014

Tras la lluvia



Juego con las palabras de otro tiempo, encontradas en el azar de la prisa. Con la música involuntaria. Juego con el tiempo de un reloj de luna, retrasado por la luz del sol.



Apenas un par de minutos desde que clareara tras la peña, asomada con toda su luz redonda. Apenas un instante para verla desbordar de hermosura, ido el sol en su lecho de horizonte róseo. Apenas un suspiro para retornar a los escritos de otro tiempo, renacidos en el encuentro fortuito, en el azar, siempre involuntario. Otro tiempo, en el que dormía con un ojo del revés, en la diagonal de lo recordado. Cuando eran los sueños en blanco y negro, mientras maldecía las sombras grises, la brizna sucia que se apoderó de mis azules hasta robarle la pátina de color que tornó difusa la mirada. Un pasado en el que los cardos crecían buscando el cielo, con su boina morada y su corona de pinchos, junio adelante. O quizá aquél otro, en el que las amapolas brotaban rojas en la tierra que anegaba un lavadero público, bostezo último de la naturaleza, que las postraban en el abandono absoluto, olvido de los más. Un paisaje en el que deseaba andar junto a las margaritas, con los pies descalzos. Una imagen que ansiaba besar en sus amarillos o sentirla en el calor de sus labios, verde arriba. Tal vez ahora, cuando no me atrevo a sonreír sin perfilar mis ojos en busca de las azucenas, quizá inexistentes en el ensueño diurno. Instantes de contornos envueltos en bruma, surcos que habitan el rostro de cuantos viven en la soledad de las nieves. Junto a las manos gastadas de quienes ventearon la humareda densa, anhelos de ilusiones perdidas en el transcurrir de los años. En los ojos empequeñecidos de cuantos vieron pasar la vida toda, mirando cuesta abajo. Ahora es cuando quiero ver toda la miopía del tiempo, bajo unas cejas pobladas por la edad, vejez segura en compañía de cuantos recuerdos me acompañan. Un sueño hecho realidad en alguna parte. Un tronco inútilmente desarraigado, que descansa sobre el hombro de un tapial vencido. Son imágenes de la propia vida, mientras camino vestido de arlequín, con un gorro donde jugaron alguna vez los colores, camino de la luz tenue de la media tarde. O de la media noche. O de la madrugada.

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