domingo, 21 de diciembre de 2014

Pedro



Preguntándome por las bofetadas que a veces la vida quiere darnos. Tantos años tardados en recuperarnos, para perdernos tan pronto. Te dejo con tu música. Aquélla de la que tanto me hablaste. Buscaré tu sonrisa en la noche, amigo mío.




Te había pedido tan sólo una luna, Pedro. Una imagen para acompañar mis letras anudadas lunes a lunes. Un pellizco de ti, de tu arte. Te había pedido sólo una imagen de la luna, Pedro, para despedir un año vivido en cincuenta y dos emociones. Quedaste en buscar. En prestármela, si cabe. Regalármela, sin duda. Quería que tú forma de mirar la vida, tan apocada en el objetivo de tu cámara pero tan inmensa reparando en lo sensible, viniese a mí. Como viniste tú, tras cuarenta años desaparecidos en los niños que entonces fuimos. Recuperados en los vaivenes del tiempo, para compartir una comida, unas palabras, unas miradas en las que tratábamos de reconocernos. Aún leo tus mensajes, tan llenos de vida cuando estabas tan lleno de muerte. Y te silenciaste en cada uno de nosotros. Deseabas vivir la plenitud, apenas unas horas sin medicinas, sin hablar del nudo de tu horca. No deseaste reparar en el tiempo empequeñecido que te restaba. Y nos hiciste reír. Y nos retrataste desde tu voz muda, sabedor que eras de tu irremediable marcha. Y nos enmarcaste en rectángulos de cariño, donde quisiste hacerte un hueco, Pedro, amigo. Y así te conservamos ahora, en un lateral. Engrandecido. En blanco y negro. Repitiendo las escaleras hasta el cielo. Led Zeppelin. La música de la que hablabas, que acompaña mis ganas de escribirte, de hacerte saber cuánto de mucho me hiciste compartir en tan poco. Tu risa enronquecida. Quisiste estar entre nosotros. Esforzándote sin decirnos qué era de tu suerte. Cerrando el círculo de tu propia vida con la nuestra. Y me contaste en imágenes apresuradas todo tu tiempo, desde cuando siquiera nos dijéramos adiós, hasta esa tarde soleada con la ciudad abajo, donde tanto nos recuperamos para alejarnos tanto. Y tan definitivamente. Te había pedido tan sólo una luna, Pedro. Y cuando extendí mi mano, me recibió tu muerte en el anverso. Y se ha quedado un cielo de luna nueva. Con el hueco de luz que te has llevado. Escalera hacia el cielo. Camino por el que robaron el lucero del alba a tus estrellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario